domingo, 26 de febrero de 2012

El grito de Chile

La literatura es, de uno u otro modo, una forma de mostrar la realidad, de plasmar el día a día de las personas: hacer oídos o letras sordas a lo que ocurre en mi tierra es botar a la basura la esencia de cualquier escritor, es renunciar a aquel legado que se ha mantenido desde tiempos inmemoriales.

Hoy por hoy en Chile se ha roto el esquema del folclore popular que marcaba a fuego las voluntades de la gente al aceptarlo todo sin reparos (quizás sacados a flote por aquellos que nacieron luego del fin de las cárceles intelectuales de fines de los ochenta), se sobrepasó aquella fastidiosa etapa de transición que significaron los años noventa, plásticos e inverosímiles, las tecnologías al fin están al servicio de sus creadores (para bien o mal) y una palabra ha surgido de quienes ya no pueden aceptar que las cifras de crecimiento lleguen al techo y ellos angustiados como siempre pensando en que comer y como pagar: han perdido el miedo a decir que las cosas están mal.

En 1968 por las calles de Francia se alzaban las voces que pregonaron “prohibido prohibir”, expresando su deseo por un mundo mejor, más igualitario, donde cada cual tuviese la posibilidad de construir una sociedad justa, igualitaria y sin la dominación del dinero por sobre las verdaderas necesidades. Allí, el Arzobispo de París expresaba en los medios de comunicación: “el espíritu santo está gritando en las calles, ¡ojala escuchemos su mensaje!”, es lo que hoy la mayoría de los ciudadanos chilenos pide, más y mejor educación, salud, igualdad, respeto, oportunidades, dignidad y, por sobre todo, un crecimiento igualitario para todos y no solo para un pequeño grupo (quienes, al parecer, quieren mantener el Status Quo).

La gente se ha alzado históricamente ante las injusticias, ahora es tiempo de que cada cual reflexione sobre el compromiso que tiene para construir la sociedad que queremos todos y para todos, no para unos pocos privilegiados.

Hoy digo, que el país cambie, que avance, que sea real y consecuente con sus valores y espíritu, lo queremos distinto, ¡lo queremos mejor!.

Finalmente, un microcuento simple y efectivo (creo jeje):

Ajedrez

El año 1793, rueda la cabeza del rey Luis XVI. Cuentan los santos y videntes que desde el cielo, los Ángeles murmuraron "jaque mate".

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