sábado, 29 de septiembre de 2012

Lo que Nos Toca

Este tiempo se había transformado en el nuevo modernismo, en los romances obscenos con los sueños sin sentido, con los principios de evasión, la soledad y las utopías personales; el conformismo se incubaba en los rincones de las casas, la televisión lamía cerebros indiscriminadamente, nos vendía aire y vacío, nos regalaba ausencias, olvido, terror y desnudos: circo y más circo, pero del barato y sin sentido.

Los tiempos se habían transformado en los nuevos modernos, en sentirnos geniales por tener el auto con ruedas más grandes y el equipo musical tocando eso que querían llamar música, ese ruido constante como el de los trenes oxidados que deja a los púberes creyendo que todo se reduce al juego del emboque, nos dieron el cantar de los pájaros encerrados en cajas mágicas y nos mostraban la opulencia de otros, y estaba bien, era suficiente, justo y necesario. Y aun cuando extrañábamos callecitas que no conocíamos y jugábamos a ser felices con menos plata y con más deudas y con hambre y esperas largas en la locomoción y los consultorios, donde la vieja queda botada en cualquier parte porque es vieja simplemente, porque estorba o no se acuerda, porque el hijo se va a la calle o donde los amigos bacanes: éramos modernos, unos de medio pelo u otros que “se juran”, incluso, postmodernos, los adelantados… pero no.

¿Qué nos toca hoy, en este presente donde se nos cae el techo y la vergüenza a pedazos, donde no fue suficiente escapar con esos bonos de tanto en tanto o la buena onda de unas caras bonitas que te pintan el cielo azul, ese cielo que hace mucho no es azulado sino gris por el smog que te tragas todos los días a todas horas, los mismo caballeros de cierto olimpo que venden el alma de cada hermano, justificando todo con exactas cifras y crecimiento abundante, o ese mar que se lo lleva todo sin aviso…? Estamos solos pues compadre, perrito, estamos como un dedo que no tiene nariz en la cual entretenerse, donde nos quitan el aliento por cualquier cosa, porque los que apagaron la cajita de colores con farándula y tetas al aire, los que decidieron pensar en lo que pasa en sus entornos terminaron con depresión y angustia, quedaron a merced de la culpa y prefieren enterrarse en mil libros o ver películas o volver a lo de siempre y estar tranquilos o algo parecido…

Al final, hoy mismo, preferimos buscar un par de frases de mentira en tal o cual red social para sentirnos un poco menos indecentes, pero da igual. En mi caso, me las invento siempre... en mi caso, que decidí abrir los ojos y olvidarme de las sombras reflejadas en el fondo de mi propia obscuridad, me repito como un mantra mal pronunciado: “la vida se había vuelto una noche constante: entonces aprendí a soñar.”

martes, 25 de septiembre de 2012

Entre Sueños




Entonces Juan miró sus ojos como si nunca más pudiese hacerlo y mientras le entregaba la flor que arrancó de una casa en el camino, le invitó un café. Cuando ella comenzaba a abrir sus pequeños labios para contestarle y él respiraba profundo para contener las ansias de abrazarla y no dejarla ir nunca, lo despertó el chillido del reloj justo a las siete y quince de la mañana, con el suspiro aún en la garganta. Cinco minutos más tarde era la ducha, el cepillo de dientes que no aparecía, el zapato tras la cortina y las llaves dentro del refrigerador, dejar el gato en la entrada, correr por las escaleras para no perder el bus colectivo que lo lleva al trabajo… a empezar con la rutina.

“Perdón, perdón” repetía mientras recogía los papeles de su colega, con el que había chocado por estar pensando en Antonia y el encuentro que tendrían en la tarde; si ya lo había planeado tanto no podía salir nada mal, era un hecho y sonreía entre dientes al entrar en su minúsculo mundo entre tableros de madera, que hacían de oficina. Y las fotocopias e impresiones salían manchados con los dedos de Javier, derramaba el café que llevaba a su jefe, y en vez de redactar los presupuestos para el plan de ventas del próximo año, escribió toda una pauta y hasta un par de poemitas cursis para su encuentro con la chiquitita de ojos claros, tan menudita y hermosa, con aquel carisma sin igual que lo llevaba a treinta centímetros del suelo durante el día y por la cual se había ganado muchas reprimendas.

Salió veinte minutos mas tarde de lo habitual de la oficina y eso lo llevó al borde de un colapso nervioso. Corrió a más no poder hasta llegar al Paseo de los Sauces justo en el momento en que ella, con un vestido rojo y el cabello suelto, daba vuelta la esquina sur. Tomó la primera flor que vio cerca y comenzó a acercarse torpemente entre la gente, sin dejar de contemplarla entre las hojas de los árboles arrastradas por la brisa de la tarde y el aroma del café recién servido que escapaba de los restaurante, las palomas levantando el vuelo cerca de ambos… Al quedar frente a frente ninguno dijo nada durante unos segundos, solo sonrieron. Entonces Juan miró sus ojos como si nunca más pudiese hacerlo y mientras le entregaba la flor que arrancó de una casa en el camino, le invitó un café. Cuando ella comenzaba a abrir sus pequeños labios para contestarle y él respiraba profundo para contener las ansias de abrazarla y no dejarla ir nunca, lo despertó el chillido del reloj justo a las siete y quince de la mañana, con el suspiro aún en la garganta.



Imagen: Otoño, El Boulevard, 1994
Óleo/Lienzo.Colección Particular

viernes, 21 de septiembre de 2012

Aparecidos Anónimos




Esa mañana, mientras avanzaban las obras de reparación de la carretera, una pala cavó en un lugar que no debía, apareciendo bajo unas piedras tres sacos con restos humanos. El teléfono sonó temprano avisando inmediatamente al comandante Romero sobre el asunto, ya que debían tomarse medidas urgentes para evitar mas escándalos y no arriesgar así una de las cabezas mas importantes a cargo del país: el vicepresidente. Siguiendo con el plan estipulado hace años ante este tipo de situaciones, se intervinieron los canales de comunicación en las instituciones correspondientes y se llamó a terreno a un par de “especialistas” en el área arqueológica para cotejar las osamentas.

Varios días después aparece un artículo en la prensa sobre restos indígenas hallados en las afueras de Santiago por un grupo de trabajadores, en los cuales se habrían encontrado cerámicas y otros objetos que acreditarían este hecho. No fue difícil cubrir las huellas de lo sucedido, los peones eran jóvenes y de pocos recursos, únicos testigos. Tan pronto como la expectación disminuyó, se archivaron los restos quedando una vez mas como aparecidos anónimos, salvo un trozo de papel que la pala liberó de un bolsillo y se alejó del lugar: " hermana mía, si lees esto, no lo logré... me callaron para siempre.”

jueves, 20 de septiembre de 2012

Máximas Mínimas


(Recopilación)

I

O eres lluvia o agua de los ríos, o corres entre las vertientes de las rocas sinuosas o te descuelgas de las grandes montañas o te dejas respirar por mil seres a los que das vida; eres el llanto de un niño o sabia de mil bosques… o esencia de mil flores… entonces, ¿por qué tanto odio por aquella diferencia, si aquella alma que compartimos está nutrida por aquel manantial, aquel paraíso que es todo océano?

II

Me hace falta esa libertad que como niño concebía como natural, aquella que al ser adulto se vende envasada en fines de semana sin sentido.

III

Olvídense de las letras que brotaban de mis dedos, esos tiempos están derramados entre las sobras del terror; al frungir, tus versos destrozados han creado en mis manos tu nueva alforja: Literaturbia.

IV

El pordiosero, mirando su reflejo se dijo: "¿realmente debes justificarte ante el resto?" Entonces cerró los ojos y suspiró. Al girar, no se percató que su imagen abandonaba los harapos y le sonreía mientras vislumbraba un nuevo futuro.

V

Todo gira en sus manos, revuelve el mundo y lo transforma en un suspiro de eterna melancolía...

VI

Abriste las alas para alzar el vuelo, queda aún la cadena que te ata al piso de tus propios prejuicios y miedos.

VII

No pongo las manos al fuego... pongo el corazón. Punto.

VIII

El perfecto castigo de la hoja en blanco para el creador insensato de sueños inconclusos.

IX

El asalto de las letras y el tabaco en esta noche de conciencias revueltas, de estrellas compasivas y cantos de una guitarra melancólica.

X

Pierde la cara, pierde las imágenes que te han puesto como estampas en los ojos, derrámate por tus lamentos y simplemente muere... luego de ello, sé tu mismo.