sábado, 13 de octubre de 2012

Pájaro Muerto de Tantas Vueltas



Hoy, en este mundillo de repisas desempolvadas y recuerdos escritos en post-it atornillados a las paredes, les dejo una adorable presentación en relación a Murakami, el nuevo Nobel de Literatura y la realidad de las letras que no cuaja entre círculos cerrados de vejestorios.



“¡Ganó el chino que te gusta!”

Por Andrea Silva I.
Profesora


Y en verdad fue efusivo cuando me lo dijeron en casa, tras verme salir del dormitorio este miércoles pasado mediodía.

-“Naaah” -les respondí. “El que ganó es un chino ‘ene-ene’. Y a todo esto, el que me gusta es japonés”
-Ah –me respondieron. Es que se parecen tanto todos los chinitos…

Fuera de la idea -casi eufemismo- que formulo cada vez que oigo algo como lo anterior, de una u otra forma no tengo cómo discrepar al respecto. Es válidamente certero.
Y más allá de la casi “talla nacional y mundial” que aluda a “si todos son chinos; todos son iguales”.

El Ombliguismo que padece occidente no parece haber cambiado ni siquiera hoy por hoy, en que las pérfidas tecnologías –que me tienen langüeteando mi monitor todos los días- prácticamente empelotan los resquicios más ocultos de los autores y autoras de las artes literarias. Remitiéndonos al mantra-karma de este caso.

Guan Moye (la figura tras el –ahora- popular seudónimo de “No hables”, como se translitera “Mo Yan”) es, sin duda, la representación del escritor contemporáneo. Pese a que no lleva resquicio alguno de las irrealidades del literato de nuestra era.
Es un individuo que juega con su bajo perfil, considerando que tras su sufrida infancia y sus raíces forjadas en uno de los países más curtidos por el ‘concepto’ de Política –víctimas y victimarios, comprenderán-, saluda y olvida el devenir de los tintes que “el Mao” o “el Caos” han bañado China.
Por otra parte, la crítica literaria –o la clasiquista Copia y Pega- aún insiste en arremeter que Gao Xingjian, el primer Nobel de Literatura chino, tenía “menos méritos literarios” a la hora de subir a la palestra sueca.

Sus composiciones tampoco soy muy admirables, desde el punto de vista de una Ratona de Biblioteca: leer frases como “escritor de Realismo Alucinatorio”; hacerlo sinonimia de Faulkner y García Márquez, entre otros… Siento que nos estamos volviendo flojos para los argumentos.

No volvamos a la Era de los Monosílabos, por favor… ¿Sí?
Junto a lo anterior, se suma un pormenor sinceramente idiota, al avanzar en la mayoría de los reportajes de las últimas horas, aplaudiendo las causas perdidas y los N.N. de las letras. Bien por ti, Nobel: ahora eres una Fundación sin Fines de Lucro.
¡Oh, cáspita: los millones en premio! Pequeño detalle olvidado.

Todo se vuelve mucho más idiota si recordamos a la eterna leyenda de las menciones premiadas, el real pensamiento de Alfred Nobel: cada uno de los individuos condecorados con este Honor, son representantes no sólo de su área creacionista (artes y ciencias… ¡Cómo me debe estar puteando el buen da Vinci, al separar así el Humanismo!), sino del pensamiento de una nación. Del grito de esperanza de esa nación.

Y es preciso decirlo: Mo Yan no grita.
Ni por él. Ni por su nación.

Posiblemente es un pensamiento farsante, considerando que quien les habla es partidaria acérrima de Haruki Murakami y Alice Munro.

Madrugué el miércoles con el deseo que ganase Haruki, y salir a “predicar la palabra Murakamiesca” por toda mi comuna.

Sin embargo, deja de ser farsante si asumo mi propia inestabilidad política y coloco sobre esta mesa literaria que, lamentablemente, el hilo crudo de la política –aludiendo a que “mientras menos luzca, más te luces tú”- siempre va tirar a favor de los intereses ajenos.

¿Una suerte de “nunca quedas mal con nadie”? Por qué no.

Por otra parte, y con un propinadísimo manotazo en la misma mesa: ¿quién de nuestro país se planta frente a mí y reconoce haber leído un solo trabajo de Mo Yan?
Olvídense del asunto “es que acá no importa el ranking de ventas”.
Estamos hablando de una Representatividad de Visión. De un individuo que, tras leerse, permite leernos en él. O negarnos en él.

O sencillamente leerlo. Como poco sucede en Chile.

No existe ninguna editorial -¿qué pasó, independientes?- ni biblioteca, ni librería en el país que tenga un trabajo del Nobel de Literatura 2012.
¿Y justo a fines de año vamos a encontrar en nuestros estantes más cercanos una edición?
¿Nuevamente se repite el mantra triste de “esperar que sea famoso” o “saber que existe en la tele” para leerlo?

Me sucedió algo cercanísimo con Murakami y con Munro.
Los conocí por conversaciones con contactos mexicanos y españoles, respectivamente. Ni siquiera por mi vínculo directo con las letras.
Ni por mi encierro y pantallazo constante, en busca de algo por leer que no tuviere que ver con Putas, Desiertos y ‘Pacos’.
Y debo decir lo obvio: he bajado los ceros de la cuenta monetaria familia, comprando los trabajos originales de ambos autores.
Pero los conozco. Y los critico desde el conocimiento.
Al ‘Silencioso’ Mo Yan apenas y le conozco “Grandes pechos, amplias caderas” (que es una versión de la saga de La Buena Tierra de Pearl Buck y los capítulos más plañideros de Oshin, con alusiones un poco más mojadas y pegajosas, a momentos.  Igual y léalo: vuélvase el universo) y un fragmento de “Rana”, trabajo que lanzó el 2011.

Desde ese punto lo desconozco.
Y es peor: porque lo critico desde mi desconocimiento.

En efecto, condicionada con una voluntad casi groupie, el pasado miércoles me armé de alarmas y despertadores a las 7.00 am, para ver el comunicado en vivo, via streaming, del flamante nuevo ganador del Nobel.

Ganador, decimos… No electos.
Como si fuera el triunfo tras una guerra injusta, llena de víctimas propinando en pos de algo parecido al júbilo. Como si el Loto o el Kino finalmente tomó la luca invertida el último fin de semana, puesto casi sacramentalmente en el quiosquito vecino.

Quizá el ego de muchos literatos languidece con ese argumento pero, vamos… seamos sinceros: el triunfo contemporáneo huele a cheques de varios ceros y a editoriales con pretensiones snob.

En fin… A reír de buena gana.
En lo personal, iré juntando mis 28 mil pesos para comprar, el próximo año, algún físico de Mo Yan.

O mejor: para releerme a Murakami en Baila, Baila, Baila.
“La sangre tira”, he leído.
“la vida tira más”, les digo yo.

jueves, 4 de octubre de 2012

Las Moscas de París






IX 

Que te prefería desnuda y en silencio, mi Rosalba, dormida y apoyada sobre un costado, dejando que el viento nocturno y la luz de la luna se refregaran sobre ti, cual gato perezoso asediando el lomo sobre tus piernas desnutridas; observarte el rostro pálido e informe en medio de tanta penumbra, sentir tus leves resoplidos y recordar tus muecas de amor, el lunar que sobresale en tu pecho y todas las palabras de amor absurdo que vomitábamos en la boca contraria, tan metálicas y cargadas de culpa. Que te prefiero así de ensoñada y no al recordarte al despertar tan temprano para tomar los 45 euros de la mesita de noche aturdida con tanto tabaco, verte cojear hasta la puerta y cerrar coquétamente un ojo en signo de complicidad y despedida. 



Fragmento, "Las Moscas de París"
Bernardo Cienfuegos.