domingo, 8 de abril de 2012

Manifiesto


Hay cierta literatura que no es soportada por las palabras, pequeñas y arrogantes, tanto como el que las derrama en el papel. Sus aromas y colores son demasiado intensos, sus vuelos un ensueño de perfección, de caminar profundo y sinuoso, llanos verdes y ríos profusos. Debemos, pues, deslizar nuestras manos mínimas para tejer lo más próximo a sus vuelos infinitos, retratar cierta parte de aquel objeto con estos pequeños materiales, ser arquitectos de palabras simples y, sobre todo, de corazones humildes.

Sin embargo, en las condiciones que hoy se encuentran, las palabras son cosa del pasado humano, deshilachadas y perdidas: su ardor pálido y cansado, manoseado, mutilado y mil veces ultrajadas… ¿Acaso no hay respeto o esperanza por aquella esencia que hoy por hoy pierden su real importancia? ¿La literatura que hoy el mundo propone es, por tanto, un juego de azar que mezcla realidades carentes de verdadera creación?

Saldría a la calle a dibujar en los bancos de las plazas y en los árboles y en las paredes una frase manifiesta, directa y consecuente con mi predica: “Al escribir nuestra literatura osamos a dejar las palabras en segundo plano, tomamos nuestro aliento, canto y carne y los rasgamos para vaciarla en lo indómito de la nada misma, de la primigenia obra perfecta: la hoja en blanco.”.

Es por lo anterior que me permito decir, infame quien no arriesga la razón para sembrar las semillas de la creación o herir de pasión un lienzo vacío. Y que me perdone quien se atreva a leer esto, pero hay cosas que jamás debieron ser escritas y ser llamadas como tal: arte; han mutilado el universo, aquella concreción absoluta de las ideas, conjunción de firmamentos, por el simple hecho de ahorrar esfuerzos en trazar más que unos cuantos caracteres que acompañen sus atolondradas letras, simplemente no merecen calificarse de escritores. Asumir aquella investidura significa aceptar velar las armas gloriosas del poeta o cuentista, del músico o novelista: una pluma ardiente cargada de espíritu y un alma entera dedicada a la lucha contra aquellos gigantes molinos de viento de la mediocridad y la ignorancia de este mundo mal evolucionado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

(Ariel)
Me gustó esa caricatura del hombre encerrándose en un cuadrado, en su mundo, me recordó a Bolaño jajajaja.
Conocí personas que se hacen llamar como tal y su trabajo, a mí parecer, es una basura, no me cautiva, no me atrapa.

El simple hecho de pasar nuestro pensamiento al papel no nos hace escritores, es el vivir del lenguaje, morir en él, renacer, sentir que la palabra es lo único que tenemos, un refugio para todas esas voces dispersas en la mente. Es intentar tomar a ese ser interno y llevarlo a explorar, conocer, descubrir que hay infinitas combinaciones para transmitir no sólo el pensamiento, sino nuestro mundo.

¡Saludos! :D