sábado, 6 de julio de 2013

El "Qué", Fuera de Toda Lógica




“Suma de ausentes voces esta nada
la sombra de una vaga sepultura
niega en su permanencia la escritura
que urde apenas la espura y anonadada
Mallarmé


No escribo para nadie, ni para mí mismo. Las palabras son un acto reflejo de la conciencia que grita, que derrama el sórdido dolor de reconocerse apenas en las sombras.

Esta no-historia va de la mano de mis dos gatos blancos ahora perdidos en la lejanía de sus patas pegadas a un cemento diferente, de Teodoro W. Arnoldo  como excusa para la inspiración ¿por qué? Por una simple y breve leída a los ochenta mundos de Cortázar y unos cuantos tonos del piano de Lou Reed. No escribo para nadie, y ese nadie son todos los que quieran compartir un rato de procrastinación, un rato sin saber nada más de los mortales que pisamos la tierra intentando hacer algo diferente, promiscuos de letras y cansados de rutinas. Sobre todo por el miedo a ser abandonados entre fierros y bocinas matutinas. ¿Lógica?  ¿Acaso es necesario que todo tenga un sentido, una explicación plausible para que las mentes guarden calma y no busquen siquiera una explicación en sí mismos? Extrañar se vuelve una costumbre solitaria, como las olas que han llegado a levantarse más de lo debido en el “mar que tranquilo nos baña. Hace falta la guitarra en las manos y el tormento de los imprevistos que interrumpe todo.

La alquimia de las palabras no tiene, no debe tener un sentido por sí mismo: la realidad es un libro abierto que leemos de una manera personal, íntima y llena de interpretaciones, llena de azar y burlas; el sentido somos nosotros mismos, lo que queramos entender por tal. No esperen que el resto se los dibuje en las manzanas con que explican la maquinaria de la vida.

Ser consecuentes es, en estos días de banalidades, un lujo que muy pocos han tenido el coraje de llevar a buen puerto.

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