Y
el cielo deja de ser una metáfora mal hecha cuando los oyentes desgarran sus
manos entre hombres de barro y ojos marinos y desolados. En ocasiones, tu
nombre se eleva como paloma o gorrión arcoíris, abandonando el ridículo de la
tierra y las tinieblas de una espera aletargada e insurrecta; a los magos y a
las rocas lanzadas a los pecadores se les debe mucho más que el azote de las
olas, ambos necesitan la candidez de unos labios furtivos y ropas agresivas de
noches y silencios, sobre todo el mutismo y amores malheridos, sangrantes,
funestos, perdidos, consumidos como un cigarro a medianoche.
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