jueves, 19 de septiembre de 2013

Nocturno


Hay quienes meditan sobre el sonido de las noches, sobre el suspiro profundo que absorbe ruidos y recarga de temores las sombras agotadas durante el día; quienes se dejan devorar por las muertes y el estremecimiento de las ciudades, vestidas de insomnios, de ladridos ahogados, de llantos infantiles y fantasmas presurosos por encontrar alguna pobre mente necesitada de aquel salto al vacío al que llaman sueños, y contagiarlos de la más pestilente y putrefacta esperanza matinal. Otros, simplemente, juegan a estar dormidos, en una especie de espera o letargo meditabundo y obcecado, como los ajedrecistas vencidos por su propia mano traidora, juegan al morbo sanguinoliento de la vigilia, buscando la excusa perfecta para contar el trastabilleo de los relojes en su andar cansado y los pasos de criaturas y recuerdos que la boca nocturna relega en su agonía, mientras lo engulle todo... a todos.

Otros... cerramos los ojos al sabor metálico del miedo... y nos entregamos a la inconsciencia cenicienta de la obscuridad, en espera del momento en que el escape imaginario sea, por completo, inevitable.

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