domingo, 18 de noviembre de 2012

El Estancamiento del Desierto o Crítica a la Anquilosada literatura Nortina



Leí o escuché a alguien decir - a estas alturas, es igual - que Antofagasta en algún momento se convirtió en un purgatorio artístico: no puede haber frase más acertada, Dante estaría de acuerdo. Vivimos en una ciudad que sobrepasa los 340 mil habitantes, lugar que al pasar de los años ha sabido transformarse en un puerto cosmopolita y lleno de un pujante crecimiento, y para quienes han vivido un par de décadas en ella notarán dicha evolución, esa creciente madurez que se ha cernido sobre todos nosotros. 

El desierto fue y sigue siendo una frontera inquebrantable, usada por muchos para la imaginería, para el reflejo de los hitos más hermosos y fantásticos, para crear todo un mundo literario, todos plasmados de manera brillante por la mano de Andrés Sabella, Mario Bahamonde, Antonio Rendic (Ivo Serge) y Nicolás Ferraro; a través del larismo, sacaron del abismo solitario a las letras nortinas. Jaime Quezada, poeta y gran precursor literario de nuestro país, siempre postuló que un escritor es también un crítico de todas sus letras y de las letras de los otros, de quienes lo rodean. Pues bien, ¿Qué ha pasado con las letras en Antofagasta, en aquel remanso donde hace muchos años nos abrieron la puerta hacia el mundo, que ha pasado que no quiere despegarse de la metralla del polvo y el asedio de las ánimas salitreras? ¿Es que hemos caído en el tedio del conformismo insuperable, se han alzado nuevamente los muros del calor? 

No es nuevo el hecho que en nuestro país dedicarse a las artes es una tarea titánica, los fondos son escasos, la competencia feroz y las oportunidades acotadas, y el problema, sobre todo, con estas últimas, es que un numero indeterminada de ellas se arreglan por secretaría, por el sutil “pituto”. Marietta Morales, Poetisa y gran valor de nuestra ciudad, lo ha señalado: Los grupos literarios en Antofagasta, toman el modelo feudal de señores feudales y siervos, solamente para lograr algunos millones de pesos en los fondos concursables para promover la cultura y (a unos) personajes de egos enormes que gritan a los cuatros vientos que sueñan con ser Premio Nobel. 

Las consecuencias de lo anterior son nefastas: nuestra región se transformó en el púber aletargado en constante búsqueda de su identidad literaria, la cual jamás ha podido desprender de las paredes heredadas por los cuatro grandes del norte: la mayoría de quienes están a la cabeza de los centros literarios de la región NO QUIEREN (sea por necedad, soberbia, arrogancia, arbitrariedad, falso arraigo o, incluso, ignorancia) dejar que la niña se convierta en mujer, que aquella hembra crezca y viva los periodos de su vida, que se lance al vacío y pruebe por sí misma esa libertad que tanto anhela. ¿Acaso no puede nacer de estos yermos paramos un nuevo movimiento, unas letras ardientes de nueva savia, que la lleven hasta lo más alto de su género? ¿Cuál será, acaso, el miedo que se cierne sobre las cabezas de aquellos que, pudiendo dar la mano a tantos noveles literatos, a tantos niños y jóvenes que desean expresarse, simplemente la niegan, sólo por no escribir sobre pampas, sobre desolación y labios partidos por la sal? 

No han aceptado el hecho que el mundo se ha reunido en torno a los simbolismos del nuevo milenio, que ya no existe la batalla entre hombre y el desierto, entre vida y artificio, que todos tenemos a la mano el místico Aleph borgiano, donde podemos acceder a toda la información del mundo, y crecer junto a ella; no han aceptado que las letras del norte grande ya no les pertenecen, que muchos de los que han llegado a sus puertas han sido desechados, no por falta de talento, sino por falta de tierra seca en sus obras. 

Nuestros representantes, quizás, nunca superaron su complejo de Edipo, viven teniendo fantasías con sus padres y no dejan a sus hijos crecer en paz, crecer libres. 

Finalmente, todo nos lleva a una gran gama de cuestionamientos, de culpas incluso. Pero sobre todo, nos lleva a una pregunta, la cual determinará el futuro de la creación literaria de nuestras tierras: ¿qué haremos al respecto? Decidir el camino a seguir es el siguiente paso.

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