Cuando el arrebato, la angustia y la desazón arrecian el corazón del pueblo, nuestra raza busca el equilibrio en el primer pilar de la existencia: la palabra. Es entonces cuando el canto de las grandes gestas del mar poniente y el danzar que representa el vuelo de los dragones por los acantilados de Adaport surgen de cada voz y el poder de los habitantes de Fagania reaparece tranformándolo todo en la más fuerte de las convicciones: uno en todos, y todos el universo.
martes, 13 de agosto de 2013
domingo, 4 de agosto de 2013
Luz Roja
El ruido de los tacones bajos que
ella prefería se confundía con el de los autos paralizados por la luz roja,
mientras cruzaba rápidamente murmullando en voz baja por no encontrar las
llaves de su apartamento en los bolsillos de su negra chaquetita. Al detenerse
en la otra esquina, esperando que la suerte la acompañe y el par de traviesas
aparezcan en la trifulca de papeles, cosméticos y la libreta verde que
reposaban dentro de su cartera, se sintió algo aturdida, le quemó el pecho y la
piel reaccionó como los gatos ante la amenaza de algún can o de las sombras que
se ocultan en las esquinas de las casas viejas; siguiendo sus instintos se giró
hacia uno de los vehículos que aún seguían reposando en las fauces del semáforo:
un taxi, una mirada que la agredía, quizás con rabia, quizás con culpa, quizás
con la sensación de haber quedado en el camino, en marcha hacia cualquier
lugar, hacia cualquier lugar… Carmen quedó pasmada con las lágrimas que brotaban de los ojos del pasajero, de aquel hombre: olvidó las llaves y olvidó voltear, olvidó la
promesa de mirarlo con todo el odio que había reunido, aun cuando él recibía el
consuelo de su nueva pareja, aun cuando iban con su hijo dentro del auto, aun
cuando sentía nuevamente aquella caída libre en el estómago, aun cuando
recordaba el golpe y las piernas le temblaban, porque simplemente lo vio
destruido, relegado a dejarse vivir, a permanecer en tránsito sin más motivos
que lo que las obligaciones de la adultez le dicten… por primera vez en todos
estos años, ella sintió una velada y tibia compasión por ese, que tanto daño le había hecho alguna vez...
Carmen parpadeó un par de veces
antes de ver al taxi alejarse por la avenida, sin salir del asombro por aquel
cuadro, lo ocurrido, sobre todo consigo. - Que raro - pensó, intentando buscar
explicaciones en donde no las hallaría. Al bajar una de sus manos, se percató
que en su bolsillo derecho tenía las llaves extraviadas.
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