lunes, 23 de noviembre de 2009

Creación y olvido: un mal de nuestros dias

«Para nosotros no había mas que un deber y un destino:

Llegar a ser cada uno perfectamente él mismo

Conformarse tan por entero a la semilla de la naturaleza en

él activa y vivir tan entregado a su voluntad,

Que el futuro incierto nos encontrase

Prontos a todo lo que consigo traer pudiese.»

Herman Hesse, Demian.


Ciertamente el tema no es nuevo. Día a día, en la prensa, alguna revista o incluso entre nosotros mismos comentamos un hecho que, para muchos, es indiscutible, y sin embargo solo queda en ello, solo palabras. Erguidos del maíz, del barro y la evolución misma, sin importar filosofía, religión o credo en general, la tendencia y una de las necesidades primarias del ser humano es crear, en gamas tan variadas de la psique y el pensamiento como se pudiera imaginar.


Me entristece pensar que nos hemos vuelto hijos de la monotonía, que el tedio, y las reiteraciones de grandes hitos pasados sean también la reincidencia de sus errores mas descomunales, mas aún, es bastante deprimente darse cuenta que la comodidad mental nos mantiene absortos en una vida a medio masticar por el conformismo.


Bien es sabido que las repeticiones del pasado son un hálito a tomar en cuenta a la hora de avanzar en nuestro desarrollo y que cada cultura y sociedad tuvo sus épocas, auges, su momento propicio para, de una u otra forma, levantar los cimientos de un estado maravilloso, inmenso (sin entrar en miramientos morales). Sin embargo, estos nunca son un modelo a copiar en mas de dos tercios de su estructura, lo que nos lleva al hecho fundamental que todo no puede ser tomado de realidades anteriores de forma integra, porque cuando platón y Aristóteles, Hegel y Rousseau, hasta Nietzsche y otros tantos, han nacido y marcado sus épocas, sus avances fueron para sus contextos y hoy por hoy vivimos en tiempos diferentes.


Y es tan común escuchar en muchos lugares “para que esforzarse de mas si alguien, tarde o temprano, hará lo que necesitamos…” ¿Será acaso que se nos acabó la imaginación cuando, entre el constante escape al dolor y la muerte, nos entregamos a la espera que otros hagan todo por nosotros? ¿Será que el maravillarnos con nuestro mundo, inventar mil juegos y soluciones simples para todo, es privilegio de niños y algunos pocos afortunados adultos? ¿Acaso la falta de autoestima, o su mal enfoque, es la epidemia mas destructiva del ingenio jamás identificada de toda la historia?


Y el peor enigma a que nos enfrentamos al hacernos estas preguntas (y la mas desmoralizante tal vez) es QUE DEBEMOS HACER para cambiar esto, si basta con mirar a nuestro alrededor para ver como todo mantiene el circulo vicioso de avanzar como ovejas sin destino, guiados por una corriente tan fuerte, desconocida, tan desapercibida por la mayoría.


No hay evolución real si no avanzamos desde la individualidad creativa, sabiendo identificar y solucionar carencias en nosotros y nuestro entorno mas cercano, hacia una sociedad unida en el auge de la creación que funcione como base indispensable a la hora de construir un futuro promisorio. Seamos capaces de compartir y enseñar a quienes han olvidado aquello que es tan propio como respirar, tan innato como lo es sonreír, seamos capaces de entregar las herramientas a nuestros niños y jóvenes, permitirles soñar, expresarse, aprendamos a destruir las estructuras que marginan nuestro intelecto y sabiduría, eliminemos los limites ridículos que nos hemos impuesto a través de los últimos siglos, donde la automatización de todo cuanto vemos se ha vuelto en contra de nuestras mayores capacidades.


“ayúdame una vez, ayúdame dos, a la tercera, enséñame las herramientas para ayudarme a mi mismo.”